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El periodista Carlos Pagni desdibujó aún más la ya gastada figura
del ex periodista Horacio Verbitsky, uno
de los integrantes del círculo intimo de la vicepresidente Cristina Kirchner.
El martes 23 de agosto Cristina Kirchner dijo en su defensa
a través de las redes sociales, que el
presidente del tribunal, Rodrigo Giménez Uriburu, no la puede juzgar y no es un
juez de la Constitución porque está casado con la nieta del coronel Armando
Manuel Hornos, que fue el responsable de las ejecuciones y las desapariciones
de personas en Margarita Belén. Por otro lado, dijo que el mismo juez es hijo de un marino que fue
edecán o jefe de protocolo de ceremonial de Galtieri y de Bignone.
Según Pagni CFK sacó dicha información de una nota de Horacio Verbitsky en el portal El Cohete a la Luna, en la que el ex periodista
plantea estas imputaciones.
El director de El Cohete a la Luna hace algo que si no te
cae mal es por lo menos cuestionable: le carga a alguien los antecedentes de su
familia.
Escribió y dijo Pagni:
La nota fue publicada hace tres domingos atrás con el título
“Grupo de Familia”. Se reprodujo en un sitio llamado La Resistencia y habla del
abuelo Armando. Habla de la relación de la hija del juez Roberto Hornos, con la
que está casado Giménez Uriburu. Y que, a su vez, Hornos es hijo de ese coronel
que produjo la masacre de Margarita Belén. Acá hay mucho más que un detalle.
Está hablando del coronel Armando Hornos.
El juez Giménez Uriburu efectivamente está casado con una
señora que es nieta de un militar, llamado Hornos. Pero no Armando Manuel, sino
Gaspar Roberto Hornos. El abuelo de la esposa de Giménez Uriburu no fue
represor en Margarita Belén. Se retiró del ejército en los años 60. Cristina
Kirchner, inducida por Verbitsky, se confunde de militar. Es más, en el año 63
-durante la presidencia de Arturo Illia- Gaspar Roberto Hornos, que ya estaba
retirado, era miembro del directorio de YPF. ¿Por qué nos enteramos de que este
represor, que Cristina y Verbitsky le cargan a la familia Hornos, no era tal?
Lo sacamos de una nota del mismo Verbitsky del año 2002 con el título “La Hora
de Hornos”, donde él hace la descripción de quién era el abuelo de la esposa
del juez Giménez Uriburu. Y habla de un tal Gaspar Hornos. Dice: “Se retiró del
Ejército como coronel y durante el gobierno radical de Arturo Illia integró el
directorio de YPF. No se le conoce actividad durante la dictadura militar”.
Verbitsky no leyó a Verbitsky. Pero la hizo confundir a Cristina.
¿Por qué no fue posible mostrar la nota original de
Verbitsky y hubo que recurrir a otro medio como La Resistencia? Porque el
párrafo en el que habla del militar represor que tiene como nieta a la esposa
del juez Roberto Hornos ya no está. Lo borró de su página El Cohete a la Luna.
Lo borró, pero no aclaró. El lector no sabe por qué desapareció. Desapareció
porque era simplemente mentira. Hablamos de un tema que es delicadísimo, como
es imputarle algo a alguien, que no es que se robó plata de Santa Cruz de la
obra pública. Se trata de la desaparición de personas.
Cristina Kirchner hace una segunda imputación. Dice: “No me
puede juzgar este juez porque es hijo de un jefe de ceremonial de Galtieri y de
Bignone”. Es parcialmente cierto. Siempre hay un margen de error. El padre del
juez Giménez Uriburu es un marino que efectivamente ejerció ese rol. Hay que
recordar que la de Bignone fue la última presidencia de la dictadura, que dio
lugar a la apertura democrática con las elecciones en las que triunfó Alfonsín.
El marino Giménez Uriburu fue también jefe de ceremonial de Alfonsín.
¿Qué no dice Verbitsky en su nota y tampoco aclara Cristina?
Giménez Uriburu, el juez que es hijo del marino que trabajaba con Bignone, en
el año 2011 le dio 15 años de prisión a Bignone. Es decir, aparentemente, si
nos guiamos por sus hechos y no por sus relaciones de parentesco, tiene
bastante autonomía respecto de las vinculaciones funcionales de su padre. En
esa condena, que es la condena por los crímenes del Hospital Posadas -donde le
iban a dar la vacuna VIP a Verbitsky si no fuera que se la dieron en el
despacho de Ginés González García-, también su juzgó a Luis Muiña, cuyo caso
fue motivo de una gran controversia por el beneficio del 2x1. La misma condena
es dictada, además, por el miembro de la Cámara Federal Pablo Bertuzzi, a quien
el kirchnerismo también vincula con Mauricio Macri y, por lo tanto, con la
dictadura, con relaciones transitivas que uno no termina de entender.
¿Por qué todo esto es importante? Porque volvemos a
encontrarnos con un problema extraordinariamente delicado para la sociedad
argentina y es el uso de los derechos humanos como una bandera de facción. Si
hay una causa, un valor, que debería tener por definición carácter universal -que
le vale por igual a todos los seres humanos- es el valor de las garantías
identificadas con los derechos humanos. No debería ser, como es habitualmente,
un arma arrojadiza en la pelea política o la pelea de facciones. Todo eso va
degradando esa agenda y los valores compartidos que debería tener la sociedad
respecto de cuestiones sagradas. Verbitsky está muy identificado con esa
conducta, tanto que hay organismos internacionales que desistieron de tenerlo
como miembro, por ejemplo, Human Rights Watch, donde fue integrante del
directorio durante muchos años.
Continúa Pagni:
También hubo información resbaladiza en el tema de las
imputaciones a las relaciones entre José López y Nicolás Caputo, exsocio e
íntimo de Mauricio Macri. Cristina Kirchner usó los mensajes que hay en el
celular de José López, que llegaron a la causa por pedido de los fiscales.
Aparentemente, hasta donde yo sé, los defensores de Cristina y de los demás
acusados no miraron ese material, no controlaron lo que había ahí. Y ahora
vamos a ver si el tribunal lo incorpora o no. Hay una discusión sobre la
calidad de esa prueba y del momento en que fue introducida en la causa. Pero
Cristina hizo propios esos mensajes.
A ella se la juzga por obra pública en Santa Cruz. Esos
mensajes no tienen que ver con la obra pública en Santa Cruz. La denuncia sobre
Santa Cruz la hace Macri a través de Javier Iguacel, que era funcionario suyo.
También es una picardía enfocar en Santa Cruz, porque Macri debe saber muy bien
que, si abría el gran angular y buscaba en todo el país, a la larga o a la
corta, se iba a encontrar con Franco Macri, que tenía una relación estrechísima
con Néstor Kirchner. Con su primo, Ángelo Calcaterra, que se cansó de hacer
negocios con el kirchnerismo. Y, como aparece en estos mensajes, con su amigo
Nicolás Caputo, que también forma parte de la obra pública y de los negocios
regulados por el Estado. Entonces, aun a costa de inocularse más delitos
Cristina se pregunta si la plata que recibió López, los nueve millones de
dólares -que ella denuncia estrepitosamente como si López no hubiese sido
funcionario de ella y de su esposo- es de Caputo y que entró por el Banco
Finansur, de Cristóbal López. No sabemos si venían de Caputo, pero si fuera
así, no debería de extrañar que el banco fuera de Cristóbal López. Entre Caputo
y Cristóbal hubo una relación estructural durante todo el tiempo en que Macri
gobernaba la ciudad de Buenos Aires y Cristóbal López era el dueño de los
casinos, que sigue teniendo allí.
Salió uno de los dueños del banco, Jorge Sánchez Córdova, a
decir que por ahí entró un millón de dólares y nada más. Y que en los bolsos de
López sólo había 100.000 dólares de las remesas enviadas desde los Estados
Unidos. Nadie sabe de dónde sacó la plata López. Cristina, en defensa de que no
fue Cristóbal López el que procesó esa plata, dice que no puede venir de él
porque entró en el 2011, y él se hizo cargo del 70% del Finansur en 2012. Pero
la pregunta que hay que hacerse es cuándo José López recibió los dólares, no
cuándo entraron al banco. Algo que todavía no sabemos. Cuando López tuvo que
explicar dijo que era “plata de la política”. Algo absolutamente gaseoso.
Quiere decir que hay problemas importantes de argumentación.
Hay algo curioso en esos mensajes que se cruzan José López y
Nicolás Caputo, porque el primero le pide a Caputo gestiones como si él fuera
el jefe del Instituto de la Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires. ¿Manejaba
Caputo, un contratista del Estado, el Instituto de la Vivienda? Alguien tendrá
que investigarlo. En la Ciudad dicen que esos eran fondos nacionales y había
que asignarlos a determinados contratistas, por ejemplo, a Sueños Compartidos,
de Hebe de Bonafini.
José López tiene una causa por enriquecimiento ilícito desde
el año 2008. Entonces, ¿a nadie le llamó la atención desde el 2008 al 2015, la
conducta de López? ¿Se enteraron de que López presuntamente robaba cuando
aparecieron los bolsos en el convento? Desde el 2008 podrían haber mirado, pero
eso no se miraba, o porque consideraban que las denuncias contra López también
eran lawfare y no había derecho a denunciarlo; o porque todos sabían, y miraban
para otro lado, que lo que había era un mecanismo de financiación de la
política -y esto también le indigna a Cristina- que existe prácticamente en
todas las jurisdicciones del país, solo que en muy pocas, tal vez solamente en
Santa Cruz, aquel con el cual se hacía el negocio de generar recursos para la
política tenía una relación de intimidad como la de Lázaro Báez con los
Kirchner. El problema de Cristina no es López, el problema de Cristina es
Lázaro Báez, eso es lo que hay que explicar. Ahí estuvo la torpeza del que ideó
este mecanismo de financiamiento, que seguramente ha sido Néstor Kirchner, si
es que esto se termina demostrando.
Mientras Massa hace un ajuste feroz muy parecido al que
quizo hacer Macri y La Cámpora no lo dejó, Cristina encabeza la revolución de
los chetos.
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